¡A la aventura!
Después de valorar distintas opciones, me he decidido a crear este espacio personal donde concentrar todas las ideas y reflexiones que irán surgiendo acerca de estrategias de inversión, distribución de activos y análisis
El motivo principal como habréis podido apreciar los que os habéis acercado a mi perfil en X (@MoclanoD11) o anteriormente en Rankia, que la información se pierde muy rápidamente. Publicado un post, en 24-48 horas ha caído en el más profundo de los olvidos, y pienso que hay contenido que puede ser de cierta utilidad.
Intentaré estructurar el contenido que vaya publicando por aquí -que también digo de antemano será sin ningún tipo de ataduras, ni periodicidad pre-establecida, ni ogbligación o compromiso alguno por mi parte- de modo que se pueda acceder de forma rápida y sencilla.
Confesar que soy un absoluto principiante en estos asuntos, así que ruego me disculpéis en los primeros momentos hasta que vaya cogiendo rodaje y depurando publicaciones. Por supuesto, el lector es libre de criticar y/o sugerir cualquier cuestión que estime oportuno.
En este artículo de lanzamiento, voy a transcribir una carta redactada por un inversor que plantea dudas e inquietudes sobre la estrategia que en inicio se había diseñado.
Ahí va:
Siempre me he considerado un inversor racional, alguien que sigue los principios básicos de las finanzas modernas. Hace unos años, me subí al carro de la inversión indexada con entusiasmo, recitando los mantras que había leído en blogs, libros y foros: "Nadie puede batir al mercado consistentemente", "los fondos indexados son baratos y eficientes", "la diversificación es la clave". Me convencí de que este era el camino más lógico, casi una verdad absoluta del mundo inversor. Sin embargo, con el tiempo, he empezado a sospechar que mi fe en la inversión indexada podría estar basada en motivos equivocados, o al menos, en una visión incompleta de la realidad.
Cuando comencé, todo parecía sencillo. Comprar un fondo que replicara el S&P 500 o el MSCI World era como adquirir un billete dorado hacia la estabilidad financiera a largo plazo. Me aferré a la idea de que el mercado, en su conjunto, siempre sube con el tiempo, respaldado por datos históricos que mostraban retornos anualizados atractivos. La narrativa era seductora: no necesito ser un genio, no necesito analizar empresas ni predecir tendencias; solo tengo que sentarme, invertir regularmente y dejar que el tiempo y el interés compuesto hagan su magia. Pero, ¿y si este enfoque, tan aparentemente sólido, estuviera ignorando riesgos que no estoy calibrando bien?
Uno de los primeros mantras que adopté fue el de la eficiencia del mercado. "El precio siempre refleja toda la información disponible", me repetía. Sin embargo, la realidad es más turbia. Las burbujas especulativas, como la de las puntocom o la crisis de 2008, demuestran que los mercados pueden estar irracionalmente inflados o deprimidos durante largos períodos. Al invertir en un índice, estoy asumiendo que el mercado, tarde o temprano, se corregirá solo. Pero, ¿y si esa corrección tarda décadas? ¿Y si estoy comprando en la cima de una burbuja sin darme cuenta? Mi estrategia pasiva no me obliga a cuestionar el valor intrínseco de lo que compro; simplemente acepto el precio que me da el índice.
Otro pilar de mi filosofía era la diversificación. "Si invierto en un índice global, estoy protegido contra los riesgos de una sola empresa o sector", pensaba. Es cierto que la diversificación reduce ciertos riesgos específicos, pero no me protege de los riesgos sistémicos. Si hay una recesión global, una crisis geopolítica o un colapso financiero generalizado, mi cartera indexada sufrirá tanto como el resto. De hecho, al estar tan expuesto a los gigantes del índice —esas empresas que dominan el S&P 500 o el Nasdaq—, podría estar más vulnerable de lo que creo a shocks en sectores clave como la tecnología. ¿Realmente estoy diversificado, o solo estoy siguiendo a la manada?
Luego está el tema de los costes. "Los fondos indexados tienen comisiones bajísimas", me decía, orgulloso de no caer en las garras de gestores activos con comisiones exorbitantes. Pero no me paré a pensar en los costes ocultos: la inflación que erosiona mis retornos reales, los impuestos que merman mis ganancias o las pequeñas fricciones de los rebalanceos y las réplicas imperfectas de algunos fondos. Además, ¿qué pasa si los retornos futuros no se parecen a los del pasado? Muchos índices han sido impulsados por condiciones económicas excepcionales —bajos tipos de interés, crecimiento continuo—, pero el futuro podría traer estancamiento o algo peor. Mi apuesta pasiva asume que la historia se repetirá, y eso es un salto de fe que no estoy seguro de poder justificar.
Quizá el mayor error ha sido mi actitud. La inversión indexada me ha vuelto complaciente. No investigo, no cuestiono, no ajusto. Solo sigo el plan, convencido de que el mercado hará el trabajo por mí. Pero ser pasivo no significa estar exento de responsabilidad. Los riesgos están ahí: concentración en ciertos sectores, dependencia de condiciones macroeconómicas, posibles distorsiones por la propia popularidad de los índices. No los veo porque no los busco.
No digo que la inversión indexada sea mala. Para muchos, incluidos yo mismo hasta hace poco, es una opción práctica y razonable. Pero ahora me pregunto si la adopté por pereza intelectual, por seguir una moda o por repetir frases bonitas sin analizarlas a fondo. Tal vez soy un inversor indexado por los motivos equivocados: no porque haya evaluado a conciencia sus ventajas y riesgos, sino porque era lo más fácil de creer. Y en un mundo tan impredecible como el de las finanzas, esa comodidad podría costarme caro.
En esta misiva el invesor anónimo reflexiona sobre las dudas que rodean a todo inversor. A todos nostros. Él expone su estrategia indexada, pero es extrapolable a cualquier otra, sea el tipo de inversor que sea.
Pues bien, este inversor anónimo se llama inteligencia artificial, y es quien ha redactado la carta. Carta con la que he querido exponer que una vez que decidimos entrar en este juego, es implacable. El miedo al error, a tomar las decisiones equivocadas, a analizar y volver a analizar una y otra vez hasta llegar a tener momentos de parálisis por análisis, a cuestionarnos absolutamente todo para llegar a la conclusión de que no sabemos nada. La psicología en su esencia más pura, con momentos de euforia que dan paso a situaciones de desolación. Todo mientras la rueda sigue.
Pero no te preocupes. Si estás leyendo este Substack es porque ya vas mucho más avanzado que un alto porcentaje de la población. No porque yo sea ningún oráculo ni tenga el Santo Grial de las inversiones, sino porque ya tienes una base sólida de conocimientos, y buscas hacerte preguntas para mejorar como inversor.
Reflexiones con las que lograrás, sin ninguna duda, potenciar la psicología asociada a las finanzas y optimizar tu planificación financiera. Conocerte y conocer los productos que mejor se adapten a tus necesidades, y disfrutar de este largo camino, que son las inversiones. Sin pereza intelectual.
Si quieres, lo recorremos juntos.
Un abrazo,
Diego
Diego, me veo muy reflejado en este Post y en las creencias básicas de la inversión indexada que en él se comentan…llevo unos meses a tope con este mundo, y hoy por hoy, y al nivel que me encuentro, tus análisis integrales de cartera, son la información quizás más valiosa de toda la que encuentro en internet, porqué no se limitan a elegir “buenos fondos”, sino que incide en cómo combinarlos adecuadamente y plantear una estrategia eficiente a largo plazo ajustado al perfil particular de cada inversor…por favor, si admites una sugerencia, me gustaría que dieses los conceptos adecuados para esa ansiada estrategia global, que expliques cómo usar adecuadamente la herramienta de x-ray, y en qué fijarse paso a paso para tener una cartera diversificada y bien balanceada. Ánimo con esta nueva singladura en este formato. Un saludo!!!
Me compartes los ISIN de los fondos indexados 😅
Ahora fuera de bromas, el inversor perezoso es algo habitual, llega a la inversión por alguna vía y decide que ahí se queda.
Con que encaje en su encuadre mental no necesita más, hasta que un vecino o cuñado le muestre varias veces una rentabilidad superior.
Ese día comienza la travesía que termina para algunos en buen puerto y para otros en naufragio